Para tenerlo más claro sólo hay que observar el cambio social en los estereotipos protagonizado por la mujer. A lo largo de los años 50, 60 y 70, la mujer se alza frente a la represión masculina vivida a lo largo de la historia, interioriza los valores masculinos como propios y busca en ellos una reafirmación errónea de sí misma. Es en los 90 cuando adquiere conciencia de que la verdadera feminidad no radica en asumir roles puramente masculinos, sino en saber expresar y entender como mujer atributos socialmente encasillados en el mundo masculino. Es un conocimiento profundo que supone un giro radical en su situación y en todos los aspectos de su vida, educación, trabajo, familia o relaciones personales con su entorno. Igual debe ocurrir en el caso de los hombres.
Las tres décadas de transformación de lo femenino son imprescindibles en la modificación de las relaciones humanas de nuestra sociedad, pero es insuficiente sin el cambio de lo masculino.
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